
La porcelana china era ya conocida en la Europa medieval, como lo demuestran los inventarios del Duque de Normandía (1363), Jean de Berry (1416) y Lorenzo de Medici (1487). Sin embargo, hasta el siglo XVI este conocimiento fue muy escaso, puesto que no existía tráfico comercial directo entre China y Europa. Fueron los portugueses los primeros en iniciar el comercio directo no sólo de porcelana, sino también de sedas y otros artículos anhelados en la metrópoli. Los contactos en los puertos chinos fueron difíciles en sus comienzos, hasta que en 1553 el emperador autorizó a los portugueses a residir en Macao. Otro flujo de llegada de porcelana a Occidente se dio a través del Galeón de Manila, establecido desde 1565 entre Manila y México dos veces al año, reembarcándose parte de su cargamento a España.
Esta situación cambió en 1602 con el establecimiento de la Compañía holandesa de las Indias Orientales (Verenigde Oostindische Compagnie o VOC, literalmente Compañía de las Indias Orientales Unidas) a la que el gobierno holandés concedió un monopolio de 21 años para realizar actividades coloniales en Asia. Se inició una extensa exportación a Europa de objetos de porcelana mayoritariamente realizados en Jingdezhen y decorados en Cantón. La fiebre coleccionista se apoderó de la nobleza europea, quienes además de objetos en los estilos chinos Ming y Qing o fabricados en Japón y exportados a través del puerto de Imarí, encargaban piezas decoradas con sus escudos de armas u alegorías.

Entre los grandes coleccionistas europeos de porcelana oriental se contaba Augusto II “el fuerte” de Sajonia, quien en 1701 tomó bajo su protección al joven alquimista Johan Friedrich Böttger, escapado de Berlín tras fracasar en sus intentos de producir oro y le encargó producir “oro blanco”, similar al producido por los chinos, encargándole la supervisión de estos trabajos al matemático y físico E. W. von Tschirnhaus. En 1707 Böttger fue trasladado al castillo Albrechtsburg de Dresden, donde se le montó un laboratorio, bajo fuerte custodia.
Entre los diversos experimentos que realizó, mezcló una tierra blanca (hoy llamada caolín) encontrada en Seilitz, a 7 millas de Meissen, con alabastro y otros elementos, fundiéndolos a altas temperaturas. El resultado fue la primera porcelana europea de pasta dura, lo que fue comunicado a Augusto en marzo de 1709.


La producción se montó a partir del año siguiente con 23 prisioneros con habilidades artesanales; el éxito fue instantáneo. Poco después de la muerte de Böttger , ocurrida en 1719, fue contratado como gerente de la naciente empresa Johan Gregorius Höroldt, pintor vienés de papeles murales, quien desarrolló 16 pinturas al esmalte, base de la producción de Meissen hasta el día de hoy. En 1730 se incorporó a la fábrica el escultor Johan Joachim Kaendler, artista de gran vuelo que creó miles de modelos, principalmente figuritas, en estilo barroco y luego rococó durante los 43 años que trabajó en Meissen.

La Europa del S. XVIII había incorporado a sus costumbres las bebidas exóticas: té de Oriente, café de la Arabia y chocolate de América. Ello dio origen a la fabricación de tazas, teteras, cafeteras, azucareros y recipientes para guardar el té. Hacia 1739 se logró producir decoraciones en color azul cobalto, siempre semejando los originales chinos; de un plato de ese origen del período K’ang Hsi (1662-1722) se originó el “modelo de la cebolla” (Zwielbelmuster), en cobalto sobre blanco, el más popular de los diseños de Meissen, aún en producción, e imitado por más de 60 fábricas en Europa, América y Asia.

En 1741 la fábrica adquirió 230 grabados franceses realizados con planchas de cobre de flores, cuatro años después se compró la enciclopedia botánica de J. Weinmann, y nació una decoración realista floral conocida como Deutsch blumen, del que derivaron las decoraciones con pequeñas flores dispersas sobre el campo del objeto, el diseño de la rosa y las decoraciones con flores aplicadas en relieve, conocidas desde el S. XVIII y de gran moda en la época romántica.

Ese mismo año de 1741 Meissen compró un set de grabados de J. A. Watteau, artista conocido por sus fêtes galantes, escenas con parejas en medio de románticos paisajes. De allí se derivó todo un estilo con este tipo de escenas pintadas con gran delicadeza y rodeadas de decoraciones florales.


Los pájaros fueron otro tema recurrente en las decoraciones de Meissen del S. XVIII. Hacia 1742 se crea el servicio del Cisne, con 2000 piezas, con olas y cisnes en relieve; a fines del siglo, se usaron bellas decoraciones centrales de pájaros exóticos con pequeños insectos pintados prolijamente en los bordes de las piezas. Asimismo fueron pintadas escenas de caza, deporte muy en boga entre la nobleza europea de la época, paisajes, retratos de hermosas damas y de hombres famosos, cupidos y alegorías neoclásicas.

Hacia 1753 Kaendler creó su famosa banda de monos, con director, 16 músicos y 4 cantantes, con un éxito instantáneo.
Durante la Guerra de los siete años (1756-63), Meissen fue ocupada por los prusianos y Federico el Grande de Prusia se llevó a varios artistas talentosos para iniciar su propia fábrica de porcelana en Berlín. Asimismo, en ese período salieron de la fábrica muchas piezas en blanco, las que fueron decoradas fuera de ella, especialmente en París. Hacia 1740 se había iniciado en Francia la producción de objetos de porcelana en pasta blanda en Vincennes, fábrica que se trasladó a Sèvres en 1756, con gran éxito y constituyendo una fuerte competencia para Meissen.

Un nuevo período de esplendor vivió Meissen entre 1774 y 1814 bajo la dirección del conde Camillo Marcolini, con la creación de numerosas nuevas figuritas (en lo que destacó Michel V. Acier), gran calidad en la pintura de las decoraciones ya indicadas y la introducción -a fines del período- de elementos neoclásicos.
La competencia extranjera, políticas proteccionistas sajonas, las guerras napoleónicas, mala administración y bajo control de calidad en el caolín empleado, hicieron pasar a la fábrica por un nuevo período de crisis, que solo superó a fines de los 1830´s, bajo la dirección de Heinrich G. Kühn, a cargo de Meissen entre 1833 y 1870. La fábrica fue trasladada al valle de Triebischtal, se introdujeron mejoras técnicas, un mayor número de hornos, ahora a carbón en vez de los tradicionales a leña. Se desarrolló una extensa producción destinada a las emergentes y prósperas clases medias resultantes de la revolución Industrial.

A comienzos del siglo XX destacó el artista J. K. Hentschel, con sus niños en diversas actividades, de una naturalidad pasmosa. Bajo la dirección de Max A. Pfeiffer (1918-1933), Meissen conoció nuevos años de progreso, con un grupo notable de artistas como Paul Scheurich; este período se interrumpió con la llegada de los nazis al poder, la segunda Guerra Mundial y la división de Alemania. Estas dificultades fueron superadas cuando Meissen tomó en los años 60´s la definición de continuar en la línea tradicional de la más alta calidad y de la pintura a mano de cada pieza, única por lo tanto. Hoy trabajan en la empresa 1.100 empleados, incluyendo 600 pintores y escultores.
Las marcas usadas en Meissen:


Esta famosa marca de las espadas cruzadas es el signo distintivo de Meissen. En esta forma (sin adiciones, sin marcar especialmente los pomos de las espadas y con guardasables un tanto curvados) fue usada entre 1725 y 1763. Es bastante similar a la usada en el período moderno.


Durante el período de la dirección de Meissen por el conde Camilo de Marcolini (1774-1817) se usaron marcas de espadas cruzadas en varios tonos de azul, a veces un tanto descuidadas, y con un asterisco bajo las espadas.


La marca de las espadas cruzadas con una suave curva, sin los pomos remarcados y con un punto entre las hojas o sobre ellas se usó en el período de la dirección de Max A. Pfeiffer (1924-34).

Marca actual de Meissen, usada desde 1934; se caracteriza por hojas levemente curvas, pomos sin marcar y guardasables rectos.